martes, 1 de febrero de 2011

A Antonin Artaud

A usted que lo flagelan las oscuras pasiones que resultan de los pensares que al mismo tiempo odia, a usted que elucubra como pasando en una nave por el cielo que lanza la escarcha de la desesperación, usted que se aferra a si mismo, usted que odia para quererse, mientras lee a Pascal en secreto y vive de su contraste filosófico, usted que es un poeta. Don, no puede sentarse en las nubes y llorar, don, no puede vestirse de Cronos y sangrar. Claro está que su placer orgásmico está en la geometría de Riemann y la vanguardia futurista que llena su mismo ego. Es evidente que pretende dar los cimientos a un pensamiento a través de su "teología negativa", es evidente que cree haber gritado América en medio del mar cuando dice que no hay referencia ninguna en las palabras.

¡Ay Dios! Y odiando a los metódicos filósofos se digna a vestirse de medieval y decir que no nos representamos ¡Los cruzados se revuelcan en sus tumbas! Don Antonin, yo he estado en el mismo averno, y en vez de comprar allí una parcela y vivir con una mueca de un dolor, he optado por la concesión. ¡Y qué si no hay representación! No tenemos otra cosa que el lenguaje, y su pensamiento se muere en sus axones, y mi brazo se termina en la punta de mis dedos y eso no significa que cuando tomo una espada no pueda con ella hacer daño.

Y por lo menos puedo pensar, y por lo menos puedo ser mi testigo, y por lo menos tengo esta soledad que es auténtica y necesaria para mis dotes y para mis escrituras. Ya lo veo a usted en un mundo lleno de representaciones auténticas, segundos de dolor uno tras otro. Qué pena que detrás de la máscara no haya más que un horrible y resentido filósofo del lenguaje, hambriento de una meta - metafísica inalcanzable, hambriento de esa verdad que está más allá de los límites de este universo. Usted es un romántico con una pistola en la cabeza, el más inmundo, la desconfianza del estagirita.