domingo, 19 de julio de 2009

Confesiones para Vápama

Hay un hombre que cobra unas monedas por un paseo en carruaje tirado por dos caballos. Conversar con él es una gran alegría, me habla sobre la utilidad del transporte alternativo y la buena calidad de nuestras tierras para la plantación de cereales. Una vez me fui a pasear con él gratis para sentir la soledad del viajante. Sus temas cambiaron, su mirada adquirió un aire profundo, no fue nada nuevo para mi:

Vaivén celestial

"A veces nuestros dioses pueden ser trasquilados cuál ovejas por ciertas personas. Estas personas parecen celestiales, no lo son tanto mi amigo. Te encandilan con su manera de hablar y de ver al mundo, al final es la misma frivolidad de todos los poetas...yo no se que me cautivó de aquellas palabras que desde entonces, su dios se volvió igual al mío..."


Parte musical


"...la música es hermosa a veces, cuando suena cómo algo que te identifica, algo que puedes alcanzar y poseer, claro que la gente es libre de interpretar la música de diferentes maneras, aveces uno sientes cosas que nunca se quisieron decir...¡Pero quien realmente sabe lo que se quiso decir!..ah mi amigo, si tuviéramos ese don, ¡Si yo tuviera ese don...!, no sabes cuantas veces habría ganado en vez de perdido..."


Mala Desición


"...aquella mujer, era muy diferente a mi, pero de alguna manera nos conectábamos, debió ser que ambos apartados de nuestro mundo fuimos a dar a otro en el que nos sentíamos solos y desencajados, de otra manera no podríamos haber entablado amistad alguna. Ahora si bien a pasado mucho tiempo de que desapareció de mi vida, nunca me he dejado de preguntar si dejó de mentirse y volvió, o aún huye...si cesó de huir, espero de encontrármela, algún día..."

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Al acabar el viaje, a un costado de la berma acerque un cigarro a mi boca y dolido por vagos pensamientos lo prendí. Realmente no había nada que pensar, que no hubiera pensado antes.

martes, 7 de julio de 2009

Nuevos tiempos, casi iguales a los viejos.

Recuerdo al hijo de Don Víctor. Aurelio, el hombre de risa distendida pero de pocas palabras, siempre con un diario bajo el brazo y con su aire de otoño sempiterno.

La última vez que lo encontré estaba hablando por teléfono en uno público de San Diego. Cuando terminó de hablar y volteó, pude ver a un hombre envejecido y más serio que el de antes, sin embargo sonrió apenas me vio ante él. Nos abrazamos, dimos la mano y caminamos a largo de la avenida. Luego de un par de preguntas obvias y tradicionales me preguntó:

-¿Has vuelto a las historias?
-¿Qué historias? -respondí yo.
-A esas en las que describías con sutilidad tu manera de pensar, ¿O sigues gritándolo cómo lo has hecho últimamente?

Eso me dejo pensante unos segundos, luego le dije: - Volveré a aquellas historias cuando la calma haya vuelto a mi.

Luego de eso el soltó una leve risa burlesca pero de apariencia sabia, por lo que no me pareció insultante en ningún momento:

-Esa calma que esperas que vuelva, es de mentira, no hay ninguna razón para estar realmente calmado. Antes podías escribir de esa forma porque la vida te había golpeado donde esperabas que lo hiciera, pero cuando lo hizo en donde creíste saber siempre que hacer y decir, echó tus creencias abajo.
- ¿Y por qué lo crees así?
- Porque yo ya he estado ahí, no vas a encontrar algo nuevo en que creer
-¿Qué hacer entonces en un caso como ese?
- Siempre puedes callar, dejar de buscar lo que esperas encontrar y pensar que la verdad es lo único que no se cae. Cuando buscas la verdad, no sabes de que manera, terminas conociéndote a ti mismo...

Una hora más tarde comenzó a llover y él se despedía de mi mientras yo tomaba la micro.

Aurelio murió ayer de un derrame cerebral, cuando lo supe hoy comencé a recordar sus palabras y los asuntos que han dilatado mi mente esta semana. Mañana iré a su entierro y dejaré sobre su tumba un diario, un disco de Ella Fitzgerald que me había prestado hace 6 años y esta historia, como tratando de convencerme de sus palabras, que hasta hoy, no he podido refutar.