miércoles, 11 de noviembre de 2009

Sin descanso

Hoy soñé muy claramente.

Primero...


Mi abuelo caminaba entre varias personas vestidas de esmoquin, una de ellas era alta en especial, no se distinguía, eso si, si eran hombres o mujeres. Él me divisa a un lado de la calle, todo esto transcurre fuera de la casa de mis abuelos, se separa de su séquito y me abre los brazos de lejos: yo soy pequeño, no tengo más de 9 años, corro a abrazarlo, su cuerpo es cálido y sus manos parecen cubrir toda mi espalda. Yo sé que debe irse, le digo que lamento que no estén mi abuela ni mi madre, a él no le importa, dice que sabe que harían un escándalo si lo viesen. El grupo de gente desapareció mientras yo no miraba, él se devuelve sólo, yo quiero llorar pero no puedo, corro dentro de la casa de mis abuelos busco su bicicleta y la monto, soy grande ahora, como de mi edad actual, pero él ha desaparecido, yo quiero encontrarlo, quiero que se vaya en esta bicicleta, pero mi mamá viene de frente con algunos de mis amigos del colegio, universidad, teatro, etc. Pareciese que el paisaje cambiara, ya no estábamos en Nueva Uno, sino en un parque, yo no aguanto, y me quiebro sobre el pasto, todos me preguntan que ocurre, a mi me recorre una inusual tristeza, de la que no estoy seguro si se debe precisamente a la partida de él.


Luego...


Estoy sentado en una banca de noche, estoy esperando a alguien, creo que en el Barrio Lastarria. Miro la hora, es muy tarde y pienso que debo llamar a esta persona, pero no lo hago, sino que me levanto y resuelvo caminar hacia la Alameda y luego por ella. En mi caminata deduzco, no se como, que puede ser que nunca quedé de ver a esta persona, y yo cometí un error, pero no me convenzo de ello. Hacia mi viene un amigo, es el Lautaro, viene con su bajo en la espalda y su ampli en la mano: "Wena wn menos mal que te pillé, vámonos pa' onde el Gustavo altoque.". Yo sé que no era a él a quien esperaba y que esto es nuevo, en ningún momento había planeado ir para allá, pero decido ir, porque me angustia pensar que podría esperar a alguien ahí toda la noche. Bajamos al metro, y las escaleras llevan directamente al andén; es el último tren, dentro del vagón me siento cansado, pienso ahora que realmente era muy claro que no vendría, me río, ya sé a quién esperaba, el Lautaro se pone a tocar Freedom de los Rage y yo le digo que nunca hicimos una banda tributo a esos locos. Me siento extrañamente bien, relajado. "Tranquilo mijo, si aún es tiempo". Cierro los ojos, despierto.

lunes, 9 de noviembre de 2009

En este mismo lugar, hace dos años...

Con mis zapatos nuevos salté la reja junto a los de siempre, nos acercamos a las canchas de cemento con nuestra disposición habitual. Armamos equipos, algunos dijeron que disparejos, pero que más da, yo en ese tiempo hacía paredes con mis amigos y corríamos la banda para centrar durante toda la tarde. El que anotaba varias veces seguidas estaba "prendido", así que recibía mas pases y tenía más confianza. Recuerdo que en un mal movimiento golpeé el balón arrastrando el pie, mi zapato derecho ya estaba roto, pero ya anochecía y hubieramos jugado hasta el otro día, o durante toda la vida... si tan sólo nos hubieran dado con la luz, como los Viernes.