
Las gotas chocan en mi traje, en mi gorra, y permanezco inamovible, solemne, tengo que ser un ejemplo, pues yo más que nadie sé que no hay salida y que hoy el mar nos dejará marcar en su eternidad la historia sagrada de los barcos.
Ya la nave cede, el agua moja nuestros tobillos, luego las pantorrillas, ya perdimos las esperanzas, pero la fe...nunca. Luego, una vez más, todos me siguen, todos se calman, se paran, y miran el cielo perturbado, el horizonte negro entre los rayos blancos, nuestros destinos escritos ya están sobre ese horizonte . Ya tranquilos, entregados y rendidos, todos comienzan a recordar, como no, y ahora son tres mares, y es el tercero el que nos hunde, el de la tristeza.
Es curioso, uno se prepara para este momento todos los días, entre las tormentas y las mareas, el hambre y la desesperación, pero cuando llega no sabes que hacer ni decir.
Y aunque muchas de nuestras vidas fueron pobres, miserables e injustas lo único que puedo pensar ahora, en este momento, es que lamento partir hoy, pues, de todas formas, amo la vida.