martes, 7 de julio de 2009

Nuevos tiempos, casi iguales a los viejos.

Recuerdo al hijo de Don Víctor. Aurelio, el hombre de risa distendida pero de pocas palabras, siempre con un diario bajo el brazo y con su aire de otoño sempiterno.

La última vez que lo encontré estaba hablando por teléfono en uno público de San Diego. Cuando terminó de hablar y volteó, pude ver a un hombre envejecido y más serio que el de antes, sin embargo sonrió apenas me vio ante él. Nos abrazamos, dimos la mano y caminamos a largo de la avenida. Luego de un par de preguntas obvias y tradicionales me preguntó:

-¿Has vuelto a las historias?
-¿Qué historias? -respondí yo.
-A esas en las que describías con sutilidad tu manera de pensar, ¿O sigues gritándolo cómo lo has hecho últimamente?

Eso me dejo pensante unos segundos, luego le dije: - Volveré a aquellas historias cuando la calma haya vuelto a mi.

Luego de eso el soltó una leve risa burlesca pero de apariencia sabia, por lo que no me pareció insultante en ningún momento:

-Esa calma que esperas que vuelva, es de mentira, no hay ninguna razón para estar realmente calmado. Antes podías escribir de esa forma porque la vida te había golpeado donde esperabas que lo hiciera, pero cuando lo hizo en donde creíste saber siempre que hacer y decir, echó tus creencias abajo.
- ¿Y por qué lo crees así?
- Porque yo ya he estado ahí, no vas a encontrar algo nuevo en que creer
-¿Qué hacer entonces en un caso como ese?
- Siempre puedes callar, dejar de buscar lo que esperas encontrar y pensar que la verdad es lo único que no se cae. Cuando buscas la verdad, no sabes de que manera, terminas conociéndote a ti mismo...

Una hora más tarde comenzó a llover y él se despedía de mi mientras yo tomaba la micro.

Aurelio murió ayer de un derrame cerebral, cuando lo supe hoy comencé a recordar sus palabras y los asuntos que han dilatado mi mente esta semana. Mañana iré a su entierro y dejaré sobre su tumba un diario, un disco de Ella Fitzgerald que me había prestado hace 6 años y esta historia, como tratando de convencerme de sus palabras, que hasta hoy, no he podido refutar.

No hay comentarios: